“La tradición debe crearse y no protegerse, si hay algo que debemos preservar es la naturaleza en si misma”
Kikuo Morimoto
Una refrescante lluvia me rodea en el momento que escribo.
Ha sido un día caluroso y el agua, después de una jornada de trabajo continuado, es un regalo para todos. Con vistas a la infinita naturaleza que nos regala Guizhou, pienso que es un regalo de Sama, su divinidad. Nos bendice y agradece nuestra presencia, nuestra curiosidad y nuestras ganas de generar algo que merezca la pena que exista.
Quizás no sea nada de eso, pero así lo siento.
Hoy ha sido un día de manos e hilos. El peinar la urdimbre infinita que sustenta cualquier tejido está siendo un trabajo de varios días. Comenzó ayer con la preparación de las bobinas que alimentarían en tonos sutiles de azul, la urdimbre final. Sigue hoy durante toda la jornada.
El día ha sido emocionante.
Creo que la culpa de esa emoción, radica en la posibilidad de observar la implicación de las alumnas que están aquí. Toman notas y describen, con palabras que erizan la piel, a las personas y sus modos de hacer. Modos enmarcados en una continua tarea por generar belleza a través de las largas trenzas de hilos que peinan con la delicadeza con la que se toca una lira.

Quiero intentar encapsular en palabras este día porque creo que el ecosistema de equilibrio entre lo humano y lo natural en el que nos alojamos, ha sido testigo de un encuentro único. Acogidas por una estructura de madera que parece un puente hacia el infinito paisaje que nos rodea, hemos podido presenciar, y ser parte, del aprendizaje de la tradición a través del diálogo con la innovación. El hacer tradicional se ha dado en tanto que, el diseño contemporáneo ha generado una nueva vía de diálogo e instrucción a través de nuevas estrategias pedagógicas.
El cenador que alberga todos los encuentros en los que compartimos comida y conversación, ha sido el cobijo de nuestros cuerpos que no solo han experimentado la transformación de los materiales si no que también, han sido el termómetro con el que se han calibrado los diferentes estados del clima. Del calor matinal, a la lluvia vespertina, estos engranajes de madera son soporte en la arquitectura y soporte en la creación del tejido.
Los balaustres que sujetan nuestras espaldas, y el tejado que día a día nos protege, también forma parte de la arquitectura que da paso a la construcción del tejido final. Por sus vigas, se ha comenzado el montaje de la urdimbre, y con él, el concierto silencioso de manos que acarician la superficie de los hilos y tocan notas que se graban en el alma de la pieza textil al mismo tiempo que en la de los que observamos atentos e incrédulos tanta destreza. Esas manos delicadas, están produciendo la música que cobija las letras de sus canciones en cuidadosos movimientos. El pueblo Dong, es un grupo que forja su carácter en el canto. Es indescriptible ver cómo, desde el silencio, sus manos siguen tocando el instrumento tradicional pero esta vez sin sonido; todos aquí estamos viendo la belleza de la música hecha proceso; hecha contacto con materiales, personas y objetos.

Instrumento sin sonido, en un concierto infinito de naturaleza salvaje, que de fondo, ilustra y da sentido al lento hacer, entre risas, precisión y hábito adquirido.
“La tradición debe crearse y no protegerse, si hay algo que debemos preservar es la naturaleza en si misma”1 es una cita que leía hoy en un libro que presiento, cambiará la visión de mi trabajo y dará amparo a mi confianza. Son palabras de Morimoto Kikuo, investigador de la tinción natural en contextos como Camboya, Tailandia o Japón, que tuvo una excelente carrera de preservación del patrimonio cultural a través del desarrollo sostenible en el área de Siemp Reap.
Nos encontramos en un juego de tiempos, aprendiendo desde estrategias divergentes, la más primigenia tradición.
Sin esfuerzo, cuentan hilos en una matemática compleja y abstracta para quien no posee visión espacial. Recorren en viajes de ida y vuelta un corto recorrido que sin embargo, nos conecta con la infinidad humana; la sabiduría de la naturaleza hecha construcción artesanal en tejidos que dan protección a nuestros sentidos; nuestras almas hechas cuerpos.

El peinado de las hebras se hace posible, una vez más, a través de la infinita circularidad que en este contexto tiene el arroz. En una mesa antigua de tonos degradados muestra del paso del tiempo, se despliega un puñado de la cáscara del grano triturada. Esta vez, será el polvo que permitan que el sudor de las manos no entorpezca el montaje del telar. Es un sistema de apariencia arcaica, sobre todo en la composición que forman todas las piezas y materias implicados; sin embargo, estamos presenciando la más pura sabiduría originaria.
El proceso de montaje del telar no está exento de cuidado y reparación. Los hilos de algodón son finos y delicados, por eso, muchos de ellos se rompen en el proceso de ser peinados. Cuidadosamente, las manos artesanas experimentadas, van remendando, hilo a hilo, las roturas generadas. Nudos que enlazan lo dividido, para seguir creando unidad.
Qué afortunada soy por poder estar presenciando la magia de la música que no se canta y no se oye, simplemente se siente; se acaricia.
Hoy el cuidado es el rey, en este día de hilo musical silencioso de tonos azulados.
Adriana.
Bayon Moon: Reviving Cambodia's Textile Traditions
Recomiendo visitar el proyecto de IKTT del propio autor . Un proyecto de desarrollo sostenible muy interesante a analizar en el contexto del textil patrimonial de Camboya.